The Batman y los fantasmas de la socialdemocracia

It can be cruel, poetic or blind, but when it’s denied, it’s your violence you may find: Justice.

Sin duda la nueva película de The Batman (Matt Reeves, 2022) es una obra maestra. Las posibles lecturas que brinda, prácticamente infinitas. En muchos aspectos recuerda al Joker (Todd Phillips, 2019) de Joaquín Phoenix. Aquí trataré de esbozar – lo más brevemente posible – unas líneas de lectura radicales en torno al largometraje, en concreto, acerca de la particular perspectiva política que desarrolla (aviso para navegantes, puede haber algún spoiler por el camino). Lo haré a través del análisis de los personajes – no necesariamente en el orden presentado – de Bruce Wayne (Robert Pattison), la candidata a la alcaldía Bella Real (Jayme Lawson), el mafioso Carmine Falcone (John Turturro), y The Riddler (Paul Dano). Creo que en el entramado de redes que se establecen entre ellos, y con el resto de personajes, encontramos la clave para una interesante lectura de la apuesta política socialdemócrata, y los oscuros fantasmas que le acompañan. Rescatar, también, el primero de los enigmas, pues entendiendo a la socialdemocracia de hoy en día – ya muerta en manos del neoliberalismo – como una gran mentira: what does a liar do when he’s dead? He lies still. Volveré sobre esta cuestión en las últimas líneas.

Carmine Falcone (John Turturro), ese terrible mafioso que en su mano tiene los hilos de todo lo que pasa en la ciudad de Gotham, es quizás el más real de los personajes. No es una persona. Es más bien una representación. Una representación del poder económico neoliberal, un poder tentacular – en términos foucaultianos – que se extiende más allá de una supuesta separación de poderes: fiscales, policías, políticos y mafiosos. Todos trabajan para él. Las manzanas podridas son aquellas personas que escapan de la corrupción, de la servidumbre y la avaricia, dentro de un sistema que no las fomenta, sino que las impone. Su detención y muerte no cambia absolutamente nada, pues alguien estará dispuesto a ocupar su lugar, igual que él ocupó el que otrora ostentó otra persona. Pero el poder va más allá, no se trata ya de controlar las instituciones, se trata de controlar la propia historia, la verdad y la palabra: él hace la historia. Las cosas son según él las nombra, y no acorde con la propia realidad. Y ni siquiera el más poderoso de los hombres en la ciudad – el padre de Bruce en su momento – escapa a su ley. En palabras de Jameson, parece más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo.

Bella Real (Jayme Lawson), representa sin duda la alternativa socialdemócrata. Quizás, aparentemente, la opción más sensata frente al neoliberalismo, la más moderada. No se puede poner en duda, la candidata a alcaldesa es una persona bienintencionada. Ingenua, hemos de añadir. Pues no ve, o no quiere ver, la imágen completa. No se trata de dudar de su intención de cambio, sino de la posibilidad de ser del cambio en cuestión. Quiere cambiar el sistema, pero no enfrentarse a él – y ojo aquí, que por enfrentamiento no me refiero a una confrontación directa, llamada a la más dura de las derrotas, sino más bien a una cuestión de perspectiva, tratar de enfrentarse a la totalidad del sistema en tanto que estudiarlo, conocerlo, comprenderlo en sus entresijos y máscaras, aprehenderlo – y es sin duda imposible vencer a lo desconocido. El propio guión, a través de un uso sin duda maravilloso de la ironía, sitúa a la alternativa socialdemócrata en su lugar, mientras Batman se enfrenta a la irremediable realidad, en medio del caos, alguien aprovecha para alzarse en las sombras, la alcaldesa insiste, debemos recuperar la confianza de los ciudadanos en las instituciones, ¡ah, qué terrible ingenuidad la suya! Promete renewal una vez más, y una vez más fracasará.

The Riddler (Paul Dano) es un personaje sin duda interesante. En ocasiones resulta inevitable empatizar con él. Normal. No es ni mucho menos un psicópata, un sociópata o algo similar, es simplemente una víctima. Víctima del sistema, sin duda, pero también de la inmediatez, de la locura del que se ha enfrentado cara a cara con el sistema, y no ve una alternativa. En sus apariciones no podía dejar de pensar en el Realismo Capitalista de Fisher (Caja Negra, 2018). Sin duda su problema es la desidia, pues es la mejor representación de uno de los fantasmas que acompañan siempre a la alternativa socialdemócrata, aquel que ha visto su fracaso, y ve en el sistema una derrota sin paliativos. The Riddler moviliza a los desesperados, a aquellos que han sido dejados al márgen incluso por la socialdemocracia, pues si el sistema es omnipresente la socialdemocracia no lo es. Pero no nos engañemos, se trata de una creación más del dispositivo socialdemócrata, una lucha en su seno pues es en parte consciente de su imposibilidad. The Riddler es el más oscuro de los fantasmas de la socialdemocracia, el que está llamado a destruirla, y por lo tanto, el caballo de troya del neoliberalismo, es un izquierdista cegado por la desidia, un kamikaze del sistema, una víctima más de ese poder que todo lo abarca, incluso al propio sujeto.

Y por último Bruce Wayne (Robert Pattison), Batman, como siempre, lo más difícil para el final. Es, quizás, la pieza más difícil de encajar en este puzzle político al que nos enfrentamos en la gran pantalla. Sin duda la familia Wayne no se gana fácilmente nuestras simpatías, pues no presentan en absoluto a una familia de heróicos filántropos, sino a un clan de multimillonarios que sin duda encierra sus sombras, y que, con todo lo bueno de sus intenciones, no ha hecho sino empeorar el sistema. Repito, lo bueno de sus intenciones. Confrontado a lo ciego de sus acciones. Por otro lado, ceguera comprensible, la ceguera de aquel que si mira verá sus manos manchadas de sangre. Bruce, sin embargo, es una excepción, excepción porque se atreve a mirar, a ver la sangre en sus manos, y a actuar. Sigue evitando, quizás hasta el final, confrontar la imagen completa, pero le acompañamos en el descubrimiento de la podredumbre del sistema. Sin duda debe de ser un proceso horrible, siendo heredero del que fue y es la clave de bóveda del mismo. Batman hace, quizás, lo poco que nos queda por hacer bajo el yugo capitalista, tomar las pequeñas luchas, mantener la llama de la esperanza viva en las personas. No caer en la desidia.

Quizás lo más inteligente sea actuar como Selina (Zoë Kravitz), luchar mientras podamos, pero también sostener la lucha del autocuidado. Saber cuándo partir. Enfrentarnos a nosotros mismos – esto también es un proceso que vive Batman, en su enfrentamiento constante con Bruce – y empezar la revolución en la propia subjetividad, conscientes de que el sistema ha sabido colonizarnos. Descolonizar nuestros cuerpos a través del cuidado de nosotros y de los nuestros, hacer muchas pequeñas revoluciones, porque solo cuando hayamos conseguido recuperar las almas de las personas, perdidas en la ofensiva neoliberal – como tan alegremente anunciaba Margaret Thatcher – conseguiremos recuperar la posibilidad de disputar el terreno de lo político. Nos espera un arduo trabajo, pues el camino no es fácil, y solo a través de los cuidados conseguiremos ganar terreno, así que hagamos como Batman, y enfrentémonos a nuestro Bruce, a nuestras sombras, solo así podremos hacer que Batman y no un nuevo Riddler sea el fantasma que acompañe a la socialdemocracia. El fantasma del comunismo, y no el del izquierdismo.

8 comentarios en “The Batman y los fantasmas de la socialdemocracia”

  1. Generalmente, estoy más o menos de acuerdo contigo en lo político, pero con lo que estoy en el más absoluto desacuerdo es con que esta película sea una obra maestra. Es más, me parece la misma basura de siempre, esta vez con una capa extra de «soy muy oscura y profunda» que parece que ha conseguido que la tengamos que discutir. Pero bueno, si, como dices, la película tiene «infinitas lecturas», planteo la mía, completamente opuesta.
    Bruce Wayne se plantea al principio de la película si sus acciones están ayudando en algo. Este es el conflicto principal, en el que se plantean las posibles raíces del crimen en los fallos del sistema y parece que batman empieza a pensar que realmente no es más que un antidisturbios, una extensión, injusta y antidemocrática, de la policía. Llegados a este punto, mis expectativas estaban altas. Por fin un planteamiento y conflicto interesante en una película de superhéroes.
    Posteriormente, la película se encarga de deshacer toda sombra de duda de que batman pueda hacer algo mal. ¿Falcone le dice que su padre era un mafioso y un asesino? No os preocupéis, en la siguiente escena Alfred le confirma que era mentira. ¿Enigma parece que puede tener sus razones? No, lo interrogan y resulta que solo actuaba porque estaba loco. En la siguiente escena protagoniza un atentado donde casi destruye la ciudad entera. Al final, se nos deleita con un precioso monólogo sobre como los actos de un millonario blanco privilegiado que se viste de murciélago para cometer violencia policial públicamente está mejorando las cosas.
    Veo cómo has podido llegar a tu análisis, pero para una película llena de fanservice inútil cuyos principales propósitos son empezar una nueva trilogía de estos parásitos cinematográficos y una nueva línea de juguetes del nuevo batraje, batcoche y villano, además de una serie sobre el pingüino en HBO, me parece una lectura sorprendentemente anticapitalista. Si verdaderamente los guionistas escribieron el personaje de Falcone con Foucault en mente, me retractare de mis opiniones, pero antes pensaría en analizar así al superhéroe normativo cuyos enemigos principales son enfermos mentales.
    En resumen, esta película no es digna en modo alguno de hacer de soporte de tu mensaje, que sí que es algo importante e interesante que decir.

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