Buenos tiempos para los musicales. A propósito de Tick, tick… Boom!

David Pérez Chico
10 Marzo 2022

1. Los musicales provocan reacciones muy viscerales entre las aficionadas y los aficionados al cine. Por lo general se los considera una exaltación almibarada, ñoña e injustificadamente optimista de la vida. Basta pararse a pensar un poco para darse cuenta de que no siempre es así (pensemos si no en Bailando en la oscuridad, Lars von Trier, 2000), pero parece claro que en el veredicto de los anti-musicales pesa más el hecho de que unas personas adultas se pongan a cantar y a bailar de repente y sin motivo aparente. No es esto lo que caracteriza al musical del que quisiera hablar, Tick, tick…Boom! (Lin-Manuel Miranda, 2021), un musical que podríamos calificar de realista, aunque su mejor número musical (la interpretación de “Sunday”) tenga algo de musical clásico.

2. El éxito de La La Land (Damien Chazelle, 2016) en el cine y de Hamilton: An American Musical (Lin-Manuel Miranda, 2015) en los escenarios parecen haber allanado el camino para lo que quizá sea una nueva era dorada de los musicales, ¿o quizá no es para tanto? Hechos como el de que coincidan en cartelera la revisión de West Side Story (Spielberg, 2021), Tick, tick…Boom!, y Sing 2 (Garth Jennings, 2021), no debe ser visto como algo excepcional. El musical siempre fue uno de los géneros mayores del cine norteamericano y algunas de sus películas más recordadas son musicales (Cantando bajo la lluvia, Staley Donnen, 1952; West Side Story, Robert Wise, 1961; Cabaret, Bob Fosse, 1972; Sonrisas y lágrimas, Robert Wise, 1965; Greese, Randall Kleiser, 1978; y tantas otras). En tiempos recientes John Carney ha repetido fórmula con relativo éxito en películas como Once (2007, Oscar a la mejor canción) o Begin Again (2013), además de haber filmado Sing Street (2016). En esta lista improvisada habría que incluir la versión cinematográfica de Los Miserables (Tom Hopper, 2012; Hugh Jackman, por cierto, también canta en otro musical menor posterior: El gran Showman, Michael Gricey, 2017), o la más reciente Ha nacido una estrella (Bradley Cooper, 2018). Yendo más atrás en el tiempo podríamos sumar a la causa Moulin Rouge (Baz Luhrmann, 2001; poco después Ewan McGregor también cantaría en Abajo el amor, Peyton Reed, 2003), o Chicago (Rob Marshall, 2002), por la importancia que tuvieron para que los grandes estudios no dejaran de producir musicales. ¡Pero si hasta Woody Allen realizó un musical (Todos dicen I love You, 1996)!

3. El caso de Lin-Manuel Miranda es ciertamente llamativo. Lo mismo compone “No se habla de Bruno” para Encanto (Jared Bush, Byron Howard y Charise Castro Smith, 2021), que interpreta un papel en la nueva versión de Mary Poppins (Rob Marshall, 2018), compone, dirige e interpreta el gran musical de lo que llevamos de siglo XXI (el mencionado Hamilton), o reivindica la figura de Jonathan Larson en la estupenda Tick, Tick…Boom! Claro que, aunque los dos primeros muy probablemente hayan sido propiciados por su meteórico ascenso tanto en Broadway como en Hollywood, los dos últimos son proyectos muy personales. Miranda, aunque nacido en Nueva York, es de origen puertorriqueño y con mucho trabajo parece haber logrado el sueño americano. Alexander Hamilton, uno de los padres fundadores de los Estados Unidos, nació en Isla Nieves, una isla del Caribe perteneciente por aquella época a Inglaterra. Huérfano desde muy pronto, viajó a Nueva York en 1776, donde con el tiempo entró en contacto con diferentes revolucionarios. Participó activamente en la guerra de Independencia, convirtiéndose en uno de los hombres de confianza de George Washington. Tras la obtención de la independencia, trabajó denodadamente para promover la ratificación de la Constitución de los Estados Unidos y fue nombrado Secretario del Tesoro del país recién creado. Pero nada de esto parece haber sido suficiente para dejar atrás su pasado. Hamilton cayó en desgracia con la llegada a la presidencia de John Adams, que llegó a llamarlo “bastardo criollo”.  Criticó duramente a Adams y fue acusado de malversación, su hijo falleció en un duelo por defender el honor de su padre, y el propio Hamilton falleció en un duelo con el candidato a la presidencia y antiguo compañero de armas, Aaron Burr, que lo acusó de haber sido el causante de que perdiera las elecciones frente a Thomas Jefferson. El musical repasa, en dos actos, el ascenso y la caída de Hamilton de una manera portentosa pocas veces vista en un musical.

4. En Tick, Tick…Boom!, Miranda nos cuenta los desvelos y dificultades de un colega de profesión, Jonathan Larson, para convertirse en un autor teatral de musicales, a ser posible antes de cumplir los 30 años, edad que consideraba que ya era tardía para presentar su primera obra. Aunque Larson (interpretado por Andrew Gardfield) está firmemente convencido de lo que quiere para sí mismo y de que ello le lleva a desatender las necesidades de su novia y de su mejor amigo para centrarse en la inminente audición de su primera obra (en realidad, una especie de subasta pública, en la que, con suerte, algún productor decide hacerse con los derechos de la obra), su convencimiento, decía, no llega al extremo enfermizo de los personajes ideados por Chazelle para protagonizar Whiplash (2014) o La La Land. Por un lado, la seriedad con la que Leonard se toma el hecho de que se le acaba el tiempo, de ser tan “mayor” sin haber compuesto nada aún (su principal referente y ocasional mentor Sondheim, al fin y al cabo, ya había triunfado a los 27) es trivializada con gran acierto por Miranda: la película transcurre en el año 1990, y a los amigos gays de Larson, entre ellos Michael, su amigo de la infancia, sí que se les acaba el tiempo de verdad por culpa del SIDA, pero Miranda no se recrea en este hecho, y de esa manera, sin necesidad de decirlo, nos muestra lo presente que estaba en la sociedad de entonces esta terrible enfermedad. Por otro lado, se relativiza, o al menos se desdramatiza de una manera mucho menos maniquea de lo que se hace en las películas de Chazelle, la importancia que tiene el arte en nuestra vida. Así, por ejemplo, Michael le recuerda a Larson que componer en el salón de una casa no tiene nada que ver con salvar in situ los bosques tropicales, pero Michael no lo dice con la intención de restarle valor a lo que hace Larson, sino únicamente para recriminarle que se permita juzgarle a él por haber abandonado la bohemia neoyorquina a cambio de un trabajo muy bien remunerado. Larson compuso tres musicales, el primero (Suburbia) no llegó a estrenarse, y el tercero (Rent) logró el reconocimiento mundial, aunque para Larson ya era tarde… Terminaré destacando, en primer lugar, la calidad de la mayoría de canciones de la película y de las coreografías aparentemente (y literalmente) muy de andar por casa, en especial un momento mágico (y me ha parecido que hay varios en la película) durante una fiesta en el cochambroso piso que comparten Larson y Michael; y, en segundo lugar, voy a destacar el estupendo trabajo de Garfield en su interpretación de Larson. Está magnífico a lo largo de toda la película, pero especialmente durante la innovadora, en su momento, representación de la obra que da título a la película: un monólogo en el que Larson hacía de sí mismo contando (y cantando) directamente al público las dificultades que rodearon la composición de Suburbia. La obra era originalmente autobiográfica y es un acierto que Miranda haya decidido usarla como hilo conductor de la película.

5. Hablando de buenas interpretaciones, y aunque suponga cambiar completamente de tercio, este fin de semana se estrenaba The Batman (Matt Reeves, 2022). Reconozco que me encontraba entre los que esperaban la más mínima oportunidad para hacer algún chiste sobre el vampiro anémico que se vio transformado en murciélago, pero muy pronto se me quitaron las ganas o, más bien, me las quitó de golpe Pattinson con su notable interpretación del hombre murciélago en una película también notable (aunque seguramente algo excesiva en su metraje). Coincido con las críticas que han señalado que Reeves huye de la grandilocuencia de la trilogía de Nolan para devolver al personaje y a un universo más propio de los comics. En mi modesta opinión la decisión ha sido un éxito rotundo y salí del cine con muchísima curiosidad por ver qué nos tiene preparado Reeves para la siguiente.

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