Estética más allá del bien y del mal

Éric Sisó
01 Marzo 2022

Habrá gente que se preguntará cuál es el vínculo entre la ética y la estética, y si puede haber una problemática en la que estén vinculados estos dos asuntos. Traigo a este artículo la exposición, evidencia y análisis que, dentro de mis capacidades intentaré plantear, y que comprende ambos asuntos a raíz del programa de telerrealidad estadounidense Caso cerrado, emisión número 645 titulado “El precio de la belleza”. Antes de empezar quiero avisar que −a pesar de que es sabido que la mayoría de los casos son fingidos− no por ello no pueden ser objeto de reflexión puesto que están basados en hechos reales, como más adelante los expertos afirmarán.

Para situarnos, el contexto gira en torno a la demanda interpuesta de un padre y marido a su esposa debido a que ésta quiere −por todos los medios− realizarle operaciones de carácter estrictamente estético a su hija de dos años. Resulta que la criatura ha venido al mundo, según afirman ambos padres, “fea (como un gremlin)”. Es por ello por lo que la madre quiere recurrir a hacerle operaciones estéticas a esta corta edad. Ya podemos empezar a vislumbrar a qué me estaba refiriendo al principio, pero no apresuremos acontecimientos pues aún faltan datos de gran relevancia para efectuar el posterior análisis.

En este punto cualquiera se echaría las manos a la cabeza y, al mismo tiempo, habiéndose formulado una pregunta, retórica, en mente: ¿cómo alguien, −y aún en menor grado una madre− puede concluir que la mejor solución para el bienestar de una bebé sea someterla a invasivos tratamientos y cirugías, aun cuando le quedan años de desarrollo físico? Quedémonos con esta pregunta pues se extenderá a través de todo este relato, además de que esconde uno de los temas centrales del artículo.

Al padre le resulta extraña toda esta situación porque él es “hombre guapo”, ella es “mujer bonita”, por lo que llega a cuestionarse “¿Cómo puede salir alguien sin parecerse a mí ni a ella?”. Todos en el programa están extrañados. La juez teoriza por si ha habido alguien más involucrado; es decir, que no sea hija de este hombre y que sea de otro, pero rápidamente alegan que ya hicieron una prueba de paternidad con el resultado, efectivamente, de que sí era el padre. Usted lector, con todas estas evidencias la conclusión a la que podrá llegar en este punto es que, por desgracia, salió “rana”, patito feo; en definitiva, azar de la lotería genética. Sin embargo, seguidamente la madre, –que continuamente quería solucionar el tema con la cirugía– revela algo crucial y de gran importancia para la trama.

En resumidas cuentas, admite que ella de pequeña era “el doble de fea” que su hija, relata que por esa desdicha no tuvo infancia, no tenía amigos, nadie se fijaba en ella, nunca tuvo novio, le tiraban la comida… Es decir, comprende y prevé, al mismo tiempo, lo que le deparará a su hija. Por esta razón fundamentada, por su experiencia, quiere operarla prematuramente para que no tenga dichos problemas y se vuelva a repetir la historia que ya padeció en sus carnes.

Con contexto más que suficiente, es hora del análisis y la reflexión. En primer lugar, se pone en entredicho la maternidad y la potestad de la madre en el momento en que por primera vez revela las intenciones hacia su bebé, sin ningún atisbo de reflexión de lo que conlleva en sí una operación a esa corta edad. Además, estas operaciones no sabemos cómo pueden evolucionar con el crecimiento y desarrollo del cuerpo de la niña, pues puede ser que a la larga ocasione más problemas no sólo estéticos sino perjudiciales para la salud, y que de mayor, cuando la niña ya hecha mujer cobre conciencia de la caprichosa decisión de su madre, le resulte humillante puesto que no fue una decisión suya ni era estrictamente necesaria. Por sus razonamientos vemos la buena intención que esconde; por un lado, en tanto que es difusa dicha comprensión para los demás, y por otro, a la madre se le escapa toda connotación moral, como es el despropósito de operar a una bebé de dos años por mera cuestión estética, –de ahí que el padre la demande y pida el divorcio y la custodia. 

Pero el tema va más allá de la niña, es más complejo. El problema de raíz venía por la conducta de la madre ya que mantuvo en secreto su pasado de juventud como “fea”. El padre no podía saber nada porque el “mérito” de la madre para llegar a estar como está y mantener la reputación de su trabajo como modelo, fue el de hacerse nada más ni nada menos que doce operaciones estéticas. La cuestión es más profunda que la mentira y el fraude, pues −de forma metafórica− este caso refleja y afecta directamente a las relaciones sociales actuales, llenas de apariencias, de falsedad, de una búsqueda continua por la validación ajena acrecentando así lo que Lipovetsky pondrá como característica principal de las sociedades (pos)modernas: el narcisismo. Narciso es el personaje mitológico que nos rodea.

Esto no acaba aquí, ya que tiene más consecuencias, e incluso más severas y alarmantes. Desde un punto de vista más biológico, los seres humanos, como todas las especies animales, buscamos y seleccionamos con quien vamos a tener descendencia. En la naturaleza esta tría se lleva a cabo mediante la apariencia saludable y el vigor que presenta el espécimen, −según las características de cada sexo−; es decir, se busca la aptitud biológica. A esto también le corresponde un análisis desde la teoría de la evolución darwiniana, pues se busca que las nuevas generaciones acumulen cambios en el genoma con el fin de aumentar la supervivencia o el éxito reproductivo. Si, en este caso, todo es una ilusión estética no debería de haber dicha mejora, no se presentará en lo innato de las generaciones futuras cambio útil para mantener una aptitud biológica suficiente; si bien es cierto que el ser humano no sólo se fija en ello exclusivamente.

Bien, como hemos visto en el transcurso del programa ha sido la apariencia forzadamente estética de la madre la que ha producido esta confusión al padre y a todos, y la bebé ha expresado la desagradable naturaleza inherente producida por los genes de la madre y, al mismo tiempo, su pasado secreto.

Hoy más que nunca se produce un desequilibrio, una ὕβρις en sentido de un exceso, un abuso de estas prácticas, ya que es evidente que siempre ha habido diversas soluciones para potenciar y expresar encanto estético con tal de generar agrado y atracción a los demás. Y sin que se me malinterprete con una apología a la eugenesia, pretendía mostrar cómo la conjunción de ética y estética pueden provocar problemas filosóficos muy serios y actuales que, por un lado, se han ejemplificado con el problema de la bebé. Y por otro, exponer hacia dónde va encaminada la idiota sociedad actual y los valores que esas gentes “influenciadoras” profesan y difunden, mostrándose así al mundo, normalizando sus prácticas, aunque lo único que hacen es caer continuamente en la falacia ad consequentiam.

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